sábado, 30 de agosto de 2008

Un ritual conocido

Las historias de las competencias deportivas a nivel internacional parecen repetir un ritual muy conocido, pero sin embargo poco re-conocido por la sociedad, en el que se acoplan millones de argentinos cada cuatro años. Ya sea un mundial de fútbol o unas olimpíadas, da igual cuando lo único importante para el telespectador es el fanatismo y la acumulación de medallas doradas.
Si bien de esta rutina por figurar en la cima del medallero y elevar en exceso a los personajes que más se destacaron en las competencias ningún medio marca la excepción a la regla, es evidente que la televisión representa por excelencia “la masividad de la superficialidad”. Y no en vano llamamos “personajes” a estos deportistas consagrados por el sólo hecho de participar en unos Juegos Olímpicos, pero cuya idoneidad la pantalla chica se encarga de espectacularizar y dejar totalmente relegada. No importa el esfuerzo de todos los años de preparación que un certamen de estas características conlleve, sino el éxito que reporte para el programa transmitir e informar sólo sobre los que cuelgan “la dorada” en su pecho.
Por otra parte, la carrera desesperada por tener en vivo y directo a la “estrellita de Beijing” parece olvidar que la vida de los argentinos no redunda en las olimpíadas, y que el mundo no dejó de funcionar en el mes de agosto como si la magia de la pasión por el deporte hiciera desaparecer otras cuestiones de relevancia, sorprendentemente tapadas por el “aluvión Beijing 2008”.
Sin embargo, la exaltación de la gente irá decayendo en correspondencia con el interés que ofrezca la televisión. Así, en forma paulatina, reaparecerán en agenda los temas que “en tiempos deportivos” la caja boba parece ignorar. A esperar entonces cuatro años más, porque en la pantalla chica todo pasa por seguir el ritual.

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